No Todo es Mercancía

Las cosas más trascendentales en la vida no se pueden adquirir con dinero. Nacer, morir, el gusto, oler, amar, nadar, un orgasmo, caminar u odiar, entre otras, no se obtienen a cambio de prebenda de ninguna índole. Bueno, aunque no todas las cosas sin precio son agradables, pero son parte de la vida y ningún dinero las evita. Sin embargo, muchos creen que todo en la vida es mercancía y lo pueden conseguir porque tienen el recurso financiero.
Así vemos que algunas personas desean ser lo que no son, inconformes con su físico, ya sea genético o por el paso de los años, y se someten a procedimientos muchas veces complicados y peligrosos. Ellas quieren comprar belleza, figuras estilizadas o prominentes atributos y se someten a cirugías estéticas que, por lo general, las transforman en otras personas y, en el mejor de los casos, los hacen perder su forma de sonreír, no pueden fruncir el ceño o su boca se deforma. Tarde se dan cuenta de su error. Es necesario valorar que todos somos hermosos y únicos, no importa tener una cuantas arrugas o libras de más, o una nariz aguileña, que por cierto, ya no se ven personas con ese tipo de apéndice, será que se las operan.
Otro ejemplo de este tema ocurre con el amor. Este no llega por belleza o riqueza, es un sentimiento espontáneo que inunda nuestras vidas sin esperarlo. Posiblemente algunos nunca lo sientan y sólo se deslumbran por un fabuloso físico o por el derroche de lujos. El amor es un sentimiento especial, no importa que sea por la familia, los hijos, el amante o al amigo, se requiere para conservarlo comprensión, buen trato, capacidad de valorar, comprender que todos somos útiles; no es decir te amo por decirlo y dejar que el tiempo lo añeje. Bueno, si tenemos la suerte de vivir enamorados de quienes nos rodean y se puede sazonar con un poco de dinero, es mucho mejor.
Las mercancías se han convertido en el motor de la vida. Es un ciclo perfecto; todos debemos crear un servicio o un producto y todos los consumimos o utilizamos. Cuando las civilizaciones antiguas se percataron de que sus productos se podían intercambiar por otros productos o con un equivalente, la vida cambió hasta convertirse en lo que hoy poseemos. Las cosas se complicaron cuando incluyeron como mercancía algo que no lo era y eso está causando problemas a las sociedades desde entonces. ¿Cuántos sufrimientos causaron los matrimonios por dinero, la prostitución o las ventas de personas como esclavos?
No se puede comprar el afecto por una persona. Quien adopta un niño debe hacerlo con responsabilidad, no para obtener beneficios. Las personas deben convivir con quienes deseen, ya sea por poco o mucho tiempo. El invento de casarse lo implementaron los antiguos como método de legalización religioso o de fortunas. Ese es un estatus complicado que las leyes de los hombres un día debe resolver, porque se invierten millones de horas de millones de personas formalizando matrimonios legalmente o por la iglesia a parejas que en poco tiempo se divorcian, y tenemos que gastar otros millones de horas de tiempo y recursos en divorciarlos.
La lealtad a los amigos, a su tierra o a cualquier otra relación social no se puede exponer como mercancías. Las personas que venden sus principios se denominan mercenarios y fueron catalogados así desde épocas tan tempranas como el Antiguo Egipto, donde se dice que Ramsés II usó a estos tipos de soldados en sus guerras de conquistas.
Hoy estamos viviendo momentos importantes de la existencia humana y cada cosa debe cumplir su papel. Cuando se quiere convertir todo en mercancía se hace todo más difícil, y muchas cosas entran en conflicto. No se puede comprar la nacionalidad, la dignidad, los orígenes, el arte, la inteligencia o el idioma. Por eso, a medida que comprendamos que no todo se obtiene con dinero, seremos mejores seres humanos y muchos problemas actuales se eliminarían.

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