Profesiones que no Debemos Olvidar
Los recuerdos de algunas profesiones posiblemente se inicien con el “Había una vez” de los clásicos infantiles. En ocasiones siento nostalgia por las características de los pueblos pequeños, y no tan pequeños, donde sus calles estaban adornadas con pequeños negocios; entonces no imperaban los repartos llenos de viviendas y las islas de grandes comercios concentrados. El desarrollo y la producción en serie han acabado con un grupo de oficios que eran, incluso, trasmitidos de generación en generación. Las grandes tiendas han absorbido las bodegas de barrios, las cafeterías, entre otras ventas pequeñas, y los aviones le han ganado terreno a los trenes y barcos de pasajeros. Por otra parte, ahora todo se compra nuevo, casi no se repara.
Algunos recordarán de los barrios donde nacieron las carnicerías, las vendutas, las bodegas, los bares, los zapateros o los mecánicos, por citar los más prominentes, sin dejar atrás al sastre, a la costurera, al lechero o al vendedor de las cafeterías. En la actualidad existe una generación que no conoció esa etapa, y probablemente, ni lo imagine. No tienen la idea del placer que provocaba caminar rumbo a la escuela o al trabajo temprano y percibir el olor a café, a chucherías recién elaboradas en los pequeños puestos que los ofertaban o el olor del pan recién salido del horno. Esos son eventos inolvidables. Las bodegas tenían sus típicos bodegueros que, por lo general, aprovechaban los espacios en las esquinas de las cuadras para instalarse, e incluso, una que se estableció en el centro de una cuadra dio origen a uno de los comercios más famosos de mi tierra, La Bodeguita del Medio.
Todos esos oficios eran parte del folklor de los pueblos. Y también existía este tipo de pequeños comercios en las grandes ciudades, bueno, antes de los eventos urbanísticos propuestos con la modernidad. Parece que sólo pensaron en las ventas de viviendas y optaron por agrupar los negocios en grandes y hermosos centros comerciales que, con sus elevados precios, no es difícil adivinar a qué sectores pertenecen sus clientes. Muchas ciudades importantes se han subdividido en dos, la zona moderna y la zona popular, donde en esta última aún luchan por mantenerse vivos algunos establecimientos pequeños que, además, tienen que luchar con la competencia de los vendedores informales concentrados en calles específicas.
Todo ese panorama ha provocado que muchos oficios pasaran casi al olvido. Aunque sería una gran ventaja si rectificáramos y muchos resurgieran, ya que el consumismo se está tragando los recursos de todo tipo y causa grandes contaminaciones. Por tanto, pienso que sería una excelente idea hacer resurgir a los zapateros para reparar y darle más vida a los zapatos; las costureras para transformar o ajustar los vestidos; los artesanos para utilizar muchos materiales que desechamos; los carpinteros para aprovechar al máximo los retazos de madera; los tapizadores para recuperar muebles; los mecánicos de carros, los reparadores de equipos electrodomésticos para no desecharlos cuando tienen sólo un desperfecto. Eso representaría un mayor empleo y ahorro de recursos. Ya no se desecharían los muebles porque se ensucian, no se cambiaría de carro y se llevarían a chatarra por no ser del último año, se reciclarían muchos objetos y materiales, e incluso, con ventajas, porque se han ideado tantos productos que con renovaciones o reparaciones tendrían mayor durabilidad que antes.
Muchos países han creado escuelas de estudios de nivel intermedio para formar obreros calificados y les ofrecen una excelente preparación. También establecen ciclos de certificación, lográndose formar obreros altamente preparados; así tenemos a los soldadores, mecánicos en grandes talleres, electricistas e instrumentistas. También forman reposteros, cocineros, carpinteros, pintores, albañiles, carniceros, panaderos, choferes y ferroviarios, entre otros, que son fundamentales en la vida, pero no los conciben como oficios necesarios.
Todos aspiran como proyecto de vida a ser informáticos, ingenieros, doctores, físicos nucleares o pilotos y optan, como última opción para no morir de hambre, por aquellos oficios que casi están en el olvido y son mal remunerados, cuando en realidad son vitales. Pensemos en un cantante sin los músicos de la orquesta. Y mucho menos pensamos en los enterradores, los que barren las calles, los recolectores de desechos sólidos, los cuidadores de enfermos, auxiliares de enfermería, de limpieza o los jardineros. No valoramos que todos morimos, queremos tener áreas hermosas y limpias, y necesitamos ayuda cuando enfermamos o envejecemos.
No pensemos que el medio ambiente se cuida con sólo disminuir la contaminación gaseosa; también es importante la contaminación física de todo el planeta, y muchos oficios olvidados nos ayudarían a reciclar y darle más vida útil a las cosas, lo cual también provocaría que dichos oficios sean mejor retribuidos monetariamente y reconocidos por toda la sociedad.
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