Patronímicos

Es increíble cómo no analizamos el nombre que les ponemos a nuestros hijos. En épocas pasadas en mi tierra se guiaban por el santoral, cada día del año correspondía a uno o varios santos, mi nombre salió de ese documento. También usaban el nombre del padrino para homenajear a tan significativo personaje y si éste tenía algún dinerito era mejor. Verdad que existían nombres insólitos como Nacianceno, Dionisia, Porfirio o Policarpo. También los combinaban y les ponían hasta 5 motes a sus pequeños para después llamarlos nene, teté, chicho o pancho.
Evitando esos profundos nombres, idearon unir las primeras silabas del nombre del padre y la madre, el remedio fue peor que la enfermedad. Nadie conocía como era su caligrafía o su pronunciación. Hoy muchos sufren de ese mal. Después aparecieron las Ye, Yi, Yu y sus variedades. Existe una generación que nació en los finales del siglo XX que todos están en esa gama Yurisseline, Yenisa, Yurisan o Yulismir.
Ah, no podía olvidar a quienes escuchan una palabra en otro idioma y le gusta el sonido. Así surgieron los Usnavy, Granma, Danger y muchos más. La moda abarcó a los nombres soviéticos y árabes, por cierto, bellos. Se olvidaron de los Carlos, José, Luis o Rosa, y de la tradición de usar el mote del padre o la madre. En esa etapa los que recomendaban seudónimos, te sugerían los arribas descritos. Hasta yo intenté ponerles nombres a mis hijos sin pensar. Gracias a Dios, mi madre me lo impidió.
Creo que para nombrar a esas personitas por nacer, debíamos usar los patronímicos tradicionales de nuestro idioma y revisar que significan, fuerza, dulzura o selva. Quizás con eso logremos que nuestros hijos se sientan conforme con algo que no pueden elegir.

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