Los precios
Todo en esta vida tiene un precio y todos hacemos algo por una prebenda. Ese intercambio se realiza fundamentalmente por dinero en efectivo o en especies. Todo hacemos acciones increíbles para proteger una amistad, por amor, por odio, por hambre, por una herencia, por evitar la soledad o por hacer o decir algo importante y ese es el precio afectivo que pagamos por todo ello.
La cotización no es malo, lo desleal ocurre cuando las cantidades solicitadas en el intercambio son descomunales como el mercader de Venecia que pidió una libra de corazón o cuando exigen un asesinato o cuando cobran por un secuestro cifras insólitas, conociendo que todos queremos proteger a nuestros seres queridos o muchas cosas más.
Por otra parte, es extravagante cómo valoran un cuadro antiguo, un objeto de museo o de colección particular, por un valor de varios millones. Y pueden comprobarlos, viendo una subasta, donde les cobran los siglos transcurridos y la fama de los autores o dueños de los objetos a pujar. Como zapatillas o camisetas de atletas famosos, los espejuelos de John Lennon o un cuadro de Da Vinci.
Los precios normalmente se establecen por una ficha de costo en inversiones, fabricación, y otros gastos como manos de obra, materiales y energía fundamentalmente. Además, se le añade la ganancia, en este punto es donde radica el principal problema. Al inicio del desarrollo, las fabricaciones y construcciones requerían muchos gastos por ser semi artesanales y con grandes tiempos de ejecución. Por esas causas se podían justificar algunos precios y si los valoramos ahora eran irrisorios.
Con la llegada de la producción en serie el mundo se llenó de insumos y los precios cumplieron su promesa de ser asequibles a grandes mayorías al rebajarse el costo de producción. Hasta ahí el final de la historia era feliz. Surgieron los comercios exclusivos de todo tipo y los precios subieron a las nubes. Con la bendición de que siempre había compradores y en consecuencia todos subieron sus cotizaciones fueran producción seriadas o no.
Además, ahora cobran la ubicación, el lujo de la tienda, cercanía al mar, un espejo de agua o si es una zona turística. A las mayorías nos sucede que al mirar los carteles o preguntar el precio que no se atreven a exhibir, los pelos se nos ponen de punta cuando necesitamos comprar una vivienda, un equipo determinado o cualquier mercancía necesaria.
Los teléfonos celulares son un ejemplo, primero eran escasos y costosos, luego, casi todos con un esfuerzo podían adquirir uno. Ahora si deseas comprar la última tecnología te cobran hasta el costo del satélite. El otro grupo son las marcas, ellas dan fe de calidad, pero pagamos altísimos costos por el logotipo, increíble. Como consecuencia en una familia donde existan jóvenes deben dedicar una gran parte de sus salarios para comprarles a sus hijos lo que está de moda, si no quieren que se le depriman y tomen medidas perjudiciales para su integridad y su salud.
Lo más insólito de todos son los precios de algunos medicamentos o procedimientos para curar enfermedades raras y algunas no tan raras. Bueno, cobran como si te vendieran la clínica y todos los científicos que trabajaron en el procedimiento. Aunque no lo crean algunos rondan el millón o más. Si no pensamos en una solución a este asunto de precios sin fundamentos, el talado de los árboles volverá aumentar, para poder imprimir los billetes necesarios.
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