La Verdad
La verdad tiene tantas versiones como personas las emitan. En general depende de la lupa con que se observe. Por ejemplo, cada soldado describirá un combate según su punto de participación en la contienda y si son los ganadores o perdedores.
Que decir de la descripción de un accidente, de un crimen o un suceso de cualquiera índole por los testigos. Cada cual emitirá su visión del hecho según su posición. E inclusos algunos ni estaban prestando suficiente atención en el momento de los hechos y no quieren perder el protagonismo. Los especialistas toman por lo general los puntos coincidentes.
Cuando se trata de decir lo ocurrido en nuestras vidas a los padres, los familiares, el novio o el conyugue la cosa se torna convulsa y en ocasiones no podemos aunque queramos decir lo que realizamos, sea bueno o malo, por recelos a sus reacciones. El campo del lenguaje y los pensamientos es un tema filosófico complejo, pero en concreto, no expresamos todo lo que pensamos. Las causas son múltiples, algunas veces no queremos quedar mal hablando mucho. En otras ocasiones opinamos de lo que no vimos, no escuchamos u olimos y damos rienda suelta a la imaginación. No se pueden emitir opiniones acertadas de lo que no captamos. Por otra parte, el temor a decir lo ocurrido ya sea por represalias o porque estamos dando el arma al contrario para atacarnos, nos lleva a decir las posibles verdades a medias. No decimos a quien le dimos el primer beso furtivo, con quien hicimos el amor, si probamos la droga, si nos violaron o si cometemos algún pecado. Esos eventos son importantes, quedan gravados en las mentes y pueden ocasionar trastornos severos en el futuro.
Mucho tiempo viví pensando que los que nos rodeaban eran sinceros y expresaban lo que debían sin tapujos, errada por completo. Por lo general nuestros interlocutores no dicen lo real, lo disfrazan. Puede ser con buenas o malas intenciones. No sincerarnos con quien debemos es el origen de los dramáticos secretos. No es necesario confesarse con todos, sólo con los necesarios. Esa simple charla nos evitaría muchos disgustos al ocultar verdades que con el tiempo se convierten en problemas graves, cuando en realidad la mayoría no es nada del otro mundo y se pagan caros.
También surgen los mentirosos que se acostumbran tanto a no decir lo que sienten que se convierten en seres ficticios. Engañan un tiempo, pero al final acabamos conociéndolos. Como los que ingenuamente mienten sobre su edad creyendo que el tiempo no los delata o el asesino en serie Ted Bundy, que infringió mucho daño logrando que las personas creyeran en él. Vean la película en Neflix.
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