Esperanza
Desear que la difícil situación que se vive en momentos determinados de la vida, ya sea en el ámbito personal o social, termine pronto es el mayor impulso para continuar construyendo el futuro; aunque en situaciones drásticas con dimensiones mundiales como las ocurridas con la pandemia hacen perder la esperanza de un futuro mejor al más positivo.
Las redes sociales se han abarrotaron en los últimos tiempos con noticias de eventos con consecuencias negativas que continuaron a la ola de avances y bienestar que inundaron las vidas de los humanos hace unos años atrás y las palabras alegría, paseos, turismo, conciertos, música fueron sustituidas por virus, muerte, horror, mentira y guerra, entre otras, en los titulares de los medios audiovisuales, así como los comentarios de muchos nuevos especialistas.
Como consecuencia de todo este espectro muchas personas han perdido un poco la esperanza. Según valoraciones de la Organización Mundial de la Salud la depresión en la población mundial ha aumentado un 25%, causado por la falta de actividades sociales, el encierro y los trabajos desde casa cuidando los niños a la vez, así como la inseguridad del fin de la situación.
Para llenar el pomo, casi a inicios de este año 2022, cuando ya se daban pasos seguros de finalizar la etapa de clausura debido a la pandemia y cuando se comenzaban a escuchar noticias hermosas sobre cantidad de vacunados, apertura del turismo, conciertos y asistencia a los estadios, entre otras, surge un nuevo motivo de preocupación: la posibilidad de una guerra y su posterior realización. De nuevo todos los titulares, e incluso, los acontecimientos políticos, sociales y deportivos, fueron marcados por una inexplicable guerra.
Muchas noches en estos últimos tiempos nos hemos acostado pensando que posiblemente nos despertemos con la terrible noticia de una guerra de grandes dimensiones. Las partes implicadas en el conflicto se intercambiaban duros mensajes y los espacios noticiosos, oficiales o no, multiplicaban las expectativas; pero bueno, también renacía la esperanza del surgimiento de un entendimiento.
Es grato comentar que existía un grupo numeroso de personas que continuaron trabajando, como los investigadores que formularon las vacunas contra el virus, los artistas que cambiaron sus estudios de grabación por la sala de sus casas y produjeron videos que luego subieron a YouTube con variados temas, los científicos que encontraron nuevos procedimientos para curar algunas enfermedades como el Párkinson y el cáncer. Así mismo se obtuvieron nuevas propuestas de materiales más eficientes para la fabricación de baterías de automóviles eléctricos, se produjeron varios viajes tripulados al espacio y cobraron auge las teleclases para todos los niveles de enseñanza, que permitieron que millones de estudiantes pudieran recibir los conocimientos que necesitaban, entre otras buenas noticias.
Es verdad que se detuvieron muchas cosas. Numerosas personas se hicieron más ricas, muchas otras más pobres; creció la solidaridad y ayuda a los necesitados. Aprendimos a trabajar desde casa y a darle importancia a las relaciones sociales, a los paseos, a amar a la familia y darnos cuenta que somos vulnerables a cosas tan pequeñas como un virus, o tan grandes como un buque que corta un paso oceánico o al surgimiento de un conflicto bélico global, porque estamos todos armados hasta los dientes; por lo que es necesario mantener viva la esperanza de que podemos construir un mundo mejor lleno de nuevas tecnologías con una humanidad llena de conocimientos y deseos de desarrollarse.
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